VIII- ARCADAS

Las bocas que urden una guerra huelen a cieno, a traición y asesinato, y cuando se pronuncian, los buitres se vuelven más feroces. Las palabras que alientan una guerra son tan inmundas que no se lavan en cien años. Repletas de costras putrefactas y llagas sangrantes, permanecen tan sucias que su hedor tira hacia atrás, a la oscura caverna donde los hombres se vuelven más viles. Engullen satisfechas sus propios excrementos mientras danzan desnudas, tejiendo sobre cadáveres, ambiciosas, pútridas y completamente ciegas porque la mierda sella sus pestañas. Las palabras más asquerosas y vomitivas son las utilizadas para acordar una guerra.

Comparte este texto